Soumiller y director de sala de Quique Dacosta Restaurante

Para el ser humano, en general, siempre resulta difícil comprender aquellas cosas que no son tangibles y que para nosotros resultan de un parecer abstracto. En éste ámbito posiblemente podríamos incluir la belleza, algo difícil de definir cuando hablamos de expresar cosas que resultan intangibles; ¿cómo expresaríamos la belleza de un vino?, ¿cómo expresar la belleza de una receta?, ¿existe belleza en el comedor de un restaurante? y ¿en servir comida?, ¿es bello servir un vino?.

En nuestra profesión quizá la belleza está en los gestos, en las intenciones, en la sencillez de alimentar las expectativas de algo tan sencillo como el arte de comer vinculado al arte de servir.

El lenguaje de nuestro oficio gira en torno a un arte efímero que dura cada plato, cada vino. Es la suma de pequeñas fracciones que buscan un placer artístico difícil de definir.

Nuestra armonía es la armonía entre nosotros y nuestros clientes, somos meros servidores de la belleza efímera que dura cada representación que tiene lugar en un escenario llamado Restaurante.